Fin de semana de septiembre, una carpa maravillosa, butacas cómodas, buenos accesos. Todo eso para los adultos es muy importante.
Ahora... lo que es importante para los niños:
Un payaso llamado pastelito chileno, despliega toda su gracia, sus habilidades musicales (canta, toca varios instrumentos), sus talentos corporales para hacer reir al público y dirigiéndose principalmente a los niños, con chistes físicos de contenido sexual, en los que incluso se sugerían felatios. agarrándole el trasero a un hombre que hacía su rol de partner (pero vestido como caballero), con besos en la boca. Luego el reggeton.
También el número fuerte, los mismísimos Tachuelas Maluendas, la rutina:
Una serie de chistes poco ingeniosos acerca de los programas que se están haciendo en televisión en la actualidad, con especial énfasis en los del canal trece.
Luego, los animales; camellos, monos, caballos enanos y un elefante, por supuesto, con un repetitivo discursillo de fondo acerca de lo bien que el circo Los Tachuelas cumple las normas del Servicio Agrícola y Ganadero.
El circo más famoso de chile, y porqué no decirlo, el más rico probablemente.
Lo mejor fue, sin duda, los números donde uno ve a personas haciendo gala de sus destrezas y valentías, como los motociclistas y los trapecistas. Un triple mortal en el aire como número fuerte.
Bueno, el circo de los Maluendas, me quedó como Tachuela enterrada en el zapato. Sí, me quedó sonando al caminar por el suelo de madera de mis abuelos.
Y llevé a mi hija de cinco años. Espero que con los días se le pasen las dos horas de estridencia y vuelva a sentir deseos de ir al circo, a un buen circo.